El exceso de ruido desemboca en problemas de salud como fatiga, estrés o irritabilidad.
El ruido excesivo desemboca en contaminación acústica. De forma similar a la atmosférica, afecta al cuerpo humano de forma casi imperceptible. Sus consecuencias sólo se hacen visibles cuando ya hay problemas de salud. Aquí te presentamos un reportaje sobre la situación en España.
Perforadoras a pleno pulmón socavando la acera. Un vecino que empuña la taladradora. El claxon de los automóviles que despiden ráfagas de música tan nocivas como el napalm. Los gritos, el llanto inconsolable de un niño, el metro entrando en la estación, un avión que surca nuestras cabezas. El aviso acústico de un mensaje que llega a un teléfono móvil. El portazo a traición de una discusión ajena que no cesa. La televisión intrusa que se aloja en casa… ruido, en definitiva. Ruido. Estamos tan expuestos a él que lo hemos incorporado a nuestro paisaje vital. De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo califica de “amenaza infravalorada”. No siempre somos conscientes de la invasión de un ruido que lesiona nuestra salud psíquica y también física.
En España, causa cada año la muerte prematura de unos mil españoles y provocan alrededor de cuatro mil ingresos hospitalarios, según datos de la Agencia Europea de Medio Ambiente.
La OMS cifra los niveles tolerables de ruido –definido como «sonido inarticulado y, por lo general, desagradable»– en 65 decibelios diurnos y 55 nocturnos. Para hacer una estimación aproximada, en una biblioteca los niveles de ruido se sitúan entre 10 y 30 decibelios. Un ordenador personal emite unos 40 y un despertador con volumen alto, un televisor en condiciones normales y una aspiradora, 65. El camión de la basura excede el límite, con 75 decibelios, mientras que en un atasco se rozan los 90. A partir de los cien, comenzamos a desquiciarnos, y esa cantidad se sobrepasa en una fuerte discusión, el epicentro de una discoteca, una zona próxima al aeropuerto o un concierto de rock. A menos de treinta metros de un avión que despega, el ruido es de 140 decibelios
La socioacusia es la molestia originada por la exposición al ruido ambiental.
Suele desaparecer a los diez días, pero si persistimos en no alejarnos de la fuente, las lesiones pueden ser definitivas, llegando a causar sordera. “Los efectos causados por el ruido son muchos y con intensidades distintas: dilatación de pupilas y parpadeo acelerado, aumento de la presión arterial, dolor de cuello y espalda al tensarse los músculos por la menor irrigación sanguínea, dolor de cabeza, taquicardias, aumento de las pulsaciones, colitis o gastritis. En algunos casos, provoca el incremento de los niveles de azúcar en sangre. Esto es especialmente peligroso para diabéticos, mientras que en otros pacientes, los niveles de colesterol pueden dispararse”. Así lo explica el doctor Juan Cruz, del madrileño Hospital Clínico.
“El problema es que los pacientes, como también les ocurre a muchos profesionales de la sanidad, no tienen en cuenta el ruido como origen de las patologías, porque aún existe una gran desinformación. Por tanto, el diagnóstico se prolonga en el tiempo”, argumenta la psicóloga Sara Vilches. Además de los efectos nocivos que repercuten en el cuerpo, todo un ramillete de síntomas psicológicos está estrechamente relacionado con la exposición a elevados niveles acústicos. Algunos de los problemas son: insomnio, falta de atención y escasa concentración, fatiga, estrés, irritabilidad, lapsus de memoria, agresividad, depresión. «Incluso, episodios de neurosis, paranoia e histeria», apunta el doctor Cruz.
Principales focos de ruido
El último estudio de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) indica que el tráfico por carretera es la fuente principal de contaminación acústica en el medio urbano, a la que están expuestas una de cada cinco personas. Los ferrocarriles se sitúan como el segundo núcleo de ruido insalubre, sufrido de manera continuada por 19 millones de europeos. Mientras tanto, el tráfico aéreo es la tercera fuente principal del problema, con más de cuatro millones de personas viviendo en las proximidades de aeropuertos. Por su parte, las fábricas martirizan constantemente a un millón de europeos.
Por las noches, la situación no mejora: uno de cada cuatro españoles tiene problemas para conciliar el sueño, tal y como asegura el III Informe Ruido y Salud DKV-Gaes. En Madrid, los gritos en la calle (en un 37% de los casos), las conversaciones de los vecinos (16.7%) o los ronquidos de la pareja (en el mismo porcentaje) perturban el descanso. Este mismo estudio señala que más del setenta por ciento de españoles considera que vive en una ciudad ruidosa, algo de lo que se quejan el noventa por ciento de los madrileños, más del ochenta de los barceloneses y los sevillanos y prácticamente el cien por cien de los coruñeses.
Los españoles dan por hecho que la algarabía es parte de su ADN y aceptan que son ruidosos.
Eso quizás explicaría por qué España es el país de Europa con mayores índices de ruido y el segundo del mundo, solo superado por Japón. La clasificación la establece la Organización para la Cooperación y el Desarrollo (OCDE), aunque el presidente de la Sociedad Española de Acústica (SEA), Antonio Pérez, asegura que se trata de “una falsa leyenda” y que los niveles de ruido son “similares a los de otras ciudades europeas”.
Después de la contaminación del aire, la acústica es el problema ambiental más perjudicial para las personas. Y no es nuevo, o no tanto como pueda parecer. En 1972, la OMS catalogaba el ruido como un tipo específico de contaminación. Hoy en día, hay movimientos sociales comprometidos con esta causa. Entre ellos, ConRderuido. Tamibén, hay sentencias por acoso acústico e incluso bufetes de abogados especializados en la cuestión. Recientemente, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha condenado a España. La multa: debe indemnizar con 13.000 euros a un vecino del valenciano. Dicha persona presentó problemas de salud por la contaminación acústica.
Normativa aislante
“La contaminación acústica se está convirtiendo en un serio problema hoy en día. El desconocimiento de las leyes y de nuestros derechos nos convierte en personas pasivas. No obstante, la ley ampara al ciudadano. En España, pueden exigir un ambiente silencioso en el que convivir, un entorno libre de ruidos. Debemos defender nuestro derecho a la salud”, apunta Ana María Rodríguez. Ella es autora de un reciente estudio sobre la contaminación acústica en España.
Por su parte, a nivel legal, en España se cuenta con la Ley del Ruido, 37/2003, y los Reales Decretos que la desarrollan: el 1513/2005, sobre evaluación y gestión del ruido ambiental, y el 1367/2007, que legisla sobre los grandes ejes del ruido. Más que un problema de salud, el ruido se percibe como un conflicto político e incluso ético. Así lo apuntan desde Ecologistas en Acción, que recordó recientemente en un comunicado los problemas ocasionados por él: “provoca estrés, problemas de sueño, interfiere en los procesos cognitivos y puede originar enfermedades cardiovasculares y respiratorias”.
Aunque la normativa recoge sanciones por ruido calificadas como leves (de hasta 600 euros), graves (de hasta 12.000 euros) o muy graves (de hasta 300.000 euros), es mejor concienciarnos que tener que recurrir a la aplicación de la ley. Mejor comenzar por rebajar los decibelios de los actos cotidianos, antes de que las urbes se conviertan en aquella epidemia de tristeza que cantaba Sabina, en esa ciudad en la que con tanto ruido dejó de escucharse el sonido del mar.
Fuente: ethic.